La firma es el símbolo gráfico que constituye una identidad. La firma del dictador es la firma de la dictadura, es la marca del horror. Esa firma es y será siempre una herida. Al inscribir esa marca en el cuerpo, se deja grabada en la memoria.

 

Se entienden las manos como las partes del cuerpo que ejecutan una acción, las que materialmente y simbólicamente construyen presente y porvenir.

Los tatuajes en las palmas de las manos, por el constante uso de estas mismas, tienden a perder fuerza, nitidez y lo definido de su forma. La obra busca que la firma vaya deteriorándose-modificándose con el tiempo, a partir del uso de la mano, es decir, que vaya destiñéndose y disipándose a causa de las acciones. Borrar la herencia fascista y neoliberal de nuestras vidas con nuestros actos, entiendo de igual forma, que la marca de los hechos  acontecidos es permanente. 

 

El poder y la influencia de la dictadura cívico militar sigue vigente en todo lo que hacemos y como nos relacionamos con el mundo. De ahí también la mano como lugar elegido para llevar la marca, pensándose como medio de contacto. Es urgente radicalizar el antifascismo y memoria en nuestros gestos y complotar de manera irreductible contra el legado de tiranía, sin perdón ni olvido.